viernes, 26 de agosto de 2011

Vida, Armaduras y sueños


- No te niego, Asumpta, que la vida quizás pueda tornarse maravillosa, pero quizás uno de los indicios de la perdida de la ilusión o de la felicidad sea el poder escribir y hablar de cuando los que ya no están, estaban presentes. Los recuerdos un día te hacen ver que las cosas buenas no se olvidan y esbozas una sonrisa melancólica que te dice que tienes todos los motivos del mundo como para sentirte bien contigo mismo; pero da miedo mirar atrás, ver que todo lo que estaba ya no está y sentir, con más recelo que tristeza, que la injusta vida manejada vete tú a saber por quién, te lo ha quitado todo sin darte siquiera un momento para creer que puede ser que te lo merezcas. Esas situaciones se suceden constantemente, un desfile de sentimientos inimaginables que te hacen valorar y odiar a la vez todo lo que vives, sueñas, sientes. Nudos en la garganta que levantan cicatrices que nunca se van a cerrar y que no te dejan ni respirar. Hace unos años ni tú, ni yo, ni nadie hubiera pensado que existen heridas abiertas en el fondo de nuestro ser, heridas de esas que quizás jamás rozarán la superficie; heridas de esas que te ponen la piel de gallina porque no existe nada que pueda aplacar el dolor que producen, ni existe nadie que sepa decirte cómo se acallan los susurros de tristeza que nunca has dejado de escuchar. Si que se pasa mal, pero ya dije y me lo repito cada vez que tengo ocasión que "sin dolor no hay constancia de la felicidad" y si no rozas, aunque sólo sea un segundo, ese cielo con el que todos sueñan, con la punta de los dedos; créeme que no merece la pena ni mirar atrás, ni soñar, ni vivir.
- Quizás sí, quizás busque algo que se me perdió en un pasado y que en ocasiones se me torne mejor, más seguro. Ese pasado que añoras, sueñas, pero que siempre se esfuma despertar tras despertar. Pienso que esas experiencias, esos nudos en la garganta que tú y yo sabemos, nos hacen ser lo que hoy somos. Para bien o para mal, nuestro carácter se configura en base a la experiencia y, somos tan estúpidos que nos enseñan más los momentos duros, o al menos, los difíciles. No sabemos valorar lo que ganamos hasta que lo perdemos y en ese momento, recurrimos al recuerdo para engañarnos a nosotros mismos y hacernos creer que lo seguimos poseyendo. Pero, a pesar de todo, no creo que la vida sea el recuerdo, mejor dicho, que recordar sea una forma de vivir. Si vives recordando, esas preciosas imágenes de antaño que tanto valoramos, pasarán a ser rutina que no se diferenciaría del presente y que no te dejaría avanzar. Un gesto, una palabra, una mirada, una sonrisa, que en un primer momento fue insignificante, despreciable, puede llegar a cambiarlo todo, esa es la sorpresa que es la vida, el giro radical producido en un segundo de los ochenta y seis mil cuatrocientos que tiene un día. Sorpresa que solo valoras volviendo al pasado, así que, llegamos otra vez al punto de partida...
-Es normal que tendamos a magnificar los pequeños recuerdos, soñándolos inalcanzables, imaginándolos imposibles; pero fueron posibles, tan posibles como alcanzados; pequeñas metas diarias que, en cuestión de segundos se evaporan, pero cuando echas la vista atrás, no dejan de ser grandes momentos en tu vida. Qué ironía sería no recordar todo lo que nos puede hacer feliz, que no es lo mismo que ser felices recordando o  darnos cuenta de que lo hemos sido una vez que lo hayamos pasado. Los momentos duros te hacen levantar la cabeza y sonreírte, pero sonreírte en el alma, allá donde aún seguimos siendo dos niñas pequeñas ausentes de una realidad que nunca comprenderemos porque nunca querremos comprender; y eso es lo bonito.
Quiero que hagas una reflexión sobre todo lo que nos ha pasado, todo lo que hemos vivido y todo lo que, como afirmas, ha influido en nuestro carácter, en nuestra forma de ser. Quizás te describirías como una chica normal con una meta prefijada que, gracias a los golpes del de arriba, sabe afrontar mejor la vida; o cree que puede llevarlo por delante sin pararse a pensar en sí misma. Una buena chica, ¿No? Una chica volcada por y para la causa de ser feliz y, mejor aún, haciendo feliz a los demás. Tortuga con caparazón que intenta imitar al corazón. Princesa que se ha quedado a las puertas del castillo porque se pensó que debía ir ella a buscar al príncipe y no esperarlo sentada. ¿Por qué nos empeñamos en vivir la historia de nuestro presente viviendo el pasado de nuestro futuro? Incierta melancolía...Y nos pasará como a Miguel Hernández, que aún teníamos que hablar de tantas cosas con nuestros compañeros del alma que una elegía se nos quedará pequeña para decir todo lo que sentimos en los días de recuerdos o, lo que es lo mismo, todo lo que sentimos casi todos los días.
- No sé cómo lo haces, pero nunca dejarás de sorprenderme. Lo que más me asombra no es el hecho de que me hayas dibujado en poco más de un par de líneas, sino que has empleado las mismas palabras que, en otras ocasiones, he pensado que más se ajustaban a la idea que tengo de mí misa. Llegados a este punto, únicamente encuentro dos caminos: o bien, tú tienes el don o la virtud de sumergirte en el interior de las personas, bucear en ellas y ser capaz de conocerlas de verdad; o bien, sin querer, el caparazón de esta pequeña tortuga, casi sin saberlo, decidió dejarte entrar, que echaras un pequeño vistazo dentro y a esa pequeña visita sin guía, porque no fue concertada, le has sacado un gran provecho. Sin embargo, las cosas no son ni blancas ni negras y, por suerte, siempre nos quedará el camino del medio, que en esta ocasión sí podemos construir. Es decir, opto por una mezcla de ambas, a la que le añadiría algo de autobiografía, pues pienso que no es casualidad que nos cueste tanto mostrarnos tal y como somos desde el primer momento. De todas formas, no creo que tu meta en la vida sea seguir un sendero labrado por un héroe de esos que no llevan capa ni traje pero que sí tienen súper poderes, creo que eres demasiado inconformista para eso y que 'tu héroe' te hará volar más lejos. Es precioso tener escondido en algún lugar un montón de tesoros, grandes cofres llenos de recuerdos, de momentos, junto con algún que otros objeto físico que a simple vista puedan parecer banales pero, de valor incalculable. Son grandes puntos de apoyo, los salientes que te animan a seguir escalando, a seguir subiendo porque merece la pena, pues si lo mereció ayer seguro que lo merecerá mañana. Lo que nos ha pasado, ni Miguel Hernández lo hubiera expresado mejor de lo que tú lo has hecho. Tal vez lo más difícil no sea decírselo todo a nuestros compañeros del alma, sino asumir lo que ellos nos dicen, interpretar sus palabras que nos hacen dudar sí nos llegan del ayer o ha sido verdaderamente hoy cuando las hemos escuchado.
- No he hecho más que describirte de la manera en la que me describo a mí misma. No creo que seas exactamente lo que yo he dicho, no sé si en algún momento lo habrás sido o te habrás sentido así, no sé si de verdad mis palabras te han sorprendido, sólo te puedo decir que ponerse una armadura y dejar que alcance tal magnitud que todo lo que deja ver de ti no tiene nada que ver con lo que en verdad eres, no merece la pena. Y te lo digo por experiencia, que no es mucha, pero tampoco es poca, y que me ha enseñado que hay que ser quien uno cree que es, hasta demostrarse que no es así y cambiar de plan. Si, de plan. El plan ese que todos tenemos en la vida: formar una familia, encontrar un buen trabajo, destacar en él; conocer a la persona más especial del mundo no sin antes haber vivido multitud de experiencias que contarle a nuestros nietos....Tonterías en las que de verdad hemos puesto empeño, tiempo en imaginar, que no es que hayamos desaprovechado ese tiempo, en absoluto, sino que hemos ganado esperanzas que se esfumarán cuando, de nuevo, cambiemos de plan. Uno no se enamora cuando quiera ni se desenamora cuando cree que ha llegado el momento; uno no siempre encuentra el trabajo que había soñado pero si muchas veces encuentra un buen sustituto que le demuestra que planearlo absolutamente todo no merece la pena. Uno no siempre tiene lo que quiere y, cuando lo tiene, en la mayoría de los casos, se le va de las manos. Por eso hay que saber adaptarse al día a día, no cambiar nuestra forma de ser pero si saber adaptarla a nuestro plan.
- Nadie dijo que mereciera la pena, pero no es tan fácil quitarte esa armadura, da miedo, aunque cuando te desprendes de ella es cuando verdaderamente empiezas a disfrutar de todo, tanto de la risa como del llanto, porque ambas reacciones tienen su parte bella, ¿tú serías capaz de deshacerte de tu armadura? ¿Jugar al juego de la vida con el torso descubierto? La verdad es que asusta, hace falta valor y coraje, pero, se podría intentar, cambiando el plan. Prefiero hablar de papel, como en una gran obra de teatro con muchísimos actores que entran y salen, en la que cada vez que se cambie el decorado te entreguen un libreto en blanco, que tú escribes según el desarrollo de la obra; que en ocasiones sea cómica, trágica, o mejor, esperpéntica, con personajes deformados a nuestros ojos, donde nada es lo que parece, donde es el ciego el que más capacidad tiene para ver...Muchos personajes, sin olvidarnos, como tú dices, que todos tienen la misma base y que van aprendiendo de las actuaciones de aquellos papeles que les antecedieron. Los papeles no pueden estar encasillados, es decir, no pueden escribirse antes de que la obra vaya transcurriendo y se pueden borrar y cambiar cada vez que se quieran, no tendría sentido asistir a una obra en la que ya se sabe todo lo que va a ocurrir y de qué forma; que no te prometiera nada nuevo, sería muy decepcionante. Un precioso privilegio si conserváramos los guiones de los papeles, para comprender cómo y por qué, tu personaje de entonces se adaptó de esa manera al guión.
- Ven y asómate conmigo a ese retrovisor infinito. Ven y deja a un lado la vida, las armaduras y los sueños que tanto analizamos, pero que no entendemos del todo.  
 Roble Ramírez y Asumpta Ruiz 

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