Dice el dicho que ‘madre solo hay una’. En mi caso, puedo
sentirme afortunada, porque además de tener a la mejor madre del mundo, siempre
he tenido a alguien más.
Por
las casualidades de la vida, lleva a mi lado desde antes incluso que tuviera
uso de razón. Casi el mismo tiempo que cualquiera de mi familia de apellidos,
porque la familia de verdad, como ella me ha demostrado, es otra cosa.
Cuenta
que con menos de un año ya empecé a hablar. Yo le digo de broma que fue
necesidad, tenía que decirle que se callara un rato para poder estar tranquila.
Como es normal, una de las primeras cosas que aprendí fue a llamarla. A ella y
a su madre, a la que nunca seré capaz de decirle otra cosa de lo que me salía
cuando apenas levantaba un metro del suelo.
Con ella aprendí a hacer las camas, a limpiar el polvo. Por
culpa de su hermana, hoy soy fan de Alejandro Sanz. Obviamente, si con año y
medio cantas, ‘la fuerza del corazón’ y dices ‘Alejandro Sanz está como un tren…’
esas cosas, digo yo que algo marcan.
Poco a poco, fuimos creciendo, sumando Viernes Santos de
Esperanza, de verde y blanco. Decidimos que el rosa era demasiado cursi para
mi, que los vestidos se usarían sólo y cuando fuera estrictamente necesario y
que tener un hermano era la excusa perfecta para recoger las muñecas, que no
estaban muy usadas precisamente.
Cualquier excusa era buena para estar un rato más conmigo. Para
quedarse a cenar, a ducharme, para llevarme de paseo… Incluso en mi época de
pereza (como dice ella, cuando me volví perra), siempre estaban sus brazos o los
hombros de Pico. Fue también de las primeras en ver que ‘la tonta penna no
quere anda’ y que pasaba algo.
Cuando nació Rafa, seguimos viendo películas Disney y oyendo los
audiolibros. Cambiamos Aladín por el Rey león y ya hacía años que mi miedo a
Úrsula nos hizo romper la de la Sirenita. Sobreviviste a la época del ‘no’ y de
hacer tres comidas hasta que tu paciencia llegaba casi al límite. Y seguiste
allí…
Con ella aprendí que el feminismo es igual de malo que el
machismo que siempre aborrecí y supo darme las claves para encontrar el
equilibrio y luchar por la igualdad. Aunque en bajito, siempre me dijera, pero
nunca olvides quiénes son mejores.
Nunca olvidaré mi sofocón cuando me dijiste que te casabas. Las
de malabares que hicimos para que pudieras quedarte con nosotros… Pero
cumpliste lo prometido, no te alejaste ni un poquito. Yo seguí yendo a comer
con mamichunchon y con quien estuviera por allí los martes y los jueves y
viéndote y contándote todo lo que me iba preocupando. A cambio, me dió a mis
dos hermanos más pequeños, Ale (que acaba de estrenar los doce) y Javi, que es
capaz de dejar en jaque con sus preguntas a cualquiera que se le ponga por
delante. Ale me ha dicho hoy que quiere ser médico como su hermana mayor… El
pobre, me ha entrado hasta agobio y sólo he podido decirle: ‘tú haz lo que tú
quieras, que yo voy a estar contigo’.
Aún sigo llorando de vez en cuando, casi de por gusto, porque a
las dos nos hace falta limpiarnos. ‘Si es que somos dos magdalenas’, me decía y
yo, me imaginaba a una magdalena de esas gordas gordas, echando muchas lágrimas
en forma de colacao y me entraba la risa.
Probablemente no, seguro que se me olvidan mil y una cosas, pero
creo que hay ya motivos suficientes para felicitar (aunque tarde por unas
horas) a mi madre sin apellidos, a mi tata. A la persona que siempre me ha
entendido en todo, me ha hecho razonar hasta cuando mi cabezonería no me dejaba.
La que sabe cuándo voy a contarle algo fácil, cuándo tiene que preguntar y cuándo
es mejor dejarme un rato sola. La que me acompañó a una entrega de premios, fue
mi madrina en mi confirmación y sé que ocupará muchos papeles importantes en mi
vida. La que entendía que no me gustaran las muñecas, ni jugar a las casitas,
que yo era más de bicis, de fútbol y taekwondo; la que celebró mi encuentro con
la feminidad (como ella dice), cuando decidí que ya era hora de arreglarme y de
ser un poquito (solo un poquito) más cursi.
Muchas felicidades, en nombre de Rafa, Ale, Javi, del osito de
peluche de tu pulsera de pandora y mío.
Te quiero muchísimo