domingo, 5 de mayo de 2013

Día de la madre (y de las tatis)


Dice el dicho que ‘madre solo hay una’. En mi caso, puedo sentirme afortunada, porque además de tener a la mejor madre del mundo, siempre he tenido a alguien más.
Por las casualidades de la vida, lleva a mi lado desde antes incluso que tuviera uso de razón. Casi el mismo tiempo que cualquiera de mi familia de apellidos, porque la familia de verdad, como ella me ha demostrado, es otra cosa.
Cuenta que con menos de un año ya empecé a hablar. Yo le digo de broma que fue necesidad, tenía que decirle que se callara un rato para poder estar tranquila. Como es normal, una de las primeras cosas que aprendí fue a llamarla. A ella y a su madre, a la que nunca seré capaz de decirle otra cosa de lo que me salía cuando apenas levantaba un metro del suelo.
Con ella aprendí a hacer las camas, a limpiar el polvo. Por culpa de su hermana, hoy soy fan de Alejandro Sanz. Obviamente, si con año y medio cantas, ‘la fuerza del corazón’ y dices ‘Alejandro Sanz está como un tren…’ esas cosas, digo yo que algo marcan.
Poco a poco, fuimos creciendo, sumando Viernes Santos de Esperanza, de verde y blanco. Decidimos que el rosa era demasiado cursi para mi, que los vestidos se usarían sólo y cuando fuera estrictamente necesario y que tener un hermano era la excusa perfecta para recoger las muñecas, que no estaban muy usadas precisamente.
Cualquier excusa era buena para estar un rato más conmigo. Para quedarse a cenar, a ducharme, para llevarme de paseo… Incluso en mi época de pereza (como dice ella, cuando me volví perra), siempre estaban sus brazos o los hombros de Pico. Fue también de las primeras en ver que ‘la tonta penna no quere anda’ y que pasaba algo.
Cuando nació Rafa, seguimos viendo películas Disney y oyendo los audiolibros. Cambiamos Aladín por el Rey león y ya hacía años que mi miedo a Úrsula nos hizo romper la de la Sirenita. Sobreviviste a la época del ‘no’ y de hacer tres comidas hasta que tu paciencia llegaba casi al límite. Y seguiste allí…
Con ella aprendí que el feminismo es igual de malo que el machismo que siempre aborrecí y supo darme las claves para encontrar el equilibrio y luchar por la igualdad. Aunque en bajito, siempre me dijera, pero nunca olvides quiénes son mejores.
Nunca olvidaré mi sofocón cuando me dijiste que te casabas. Las de malabares que hicimos para que pudieras quedarte con nosotros… Pero cumpliste lo prometido, no te alejaste ni un poquito. Yo seguí yendo a comer con mamichunchon y con quien estuviera por allí los martes y los jueves y viéndote y contándote todo lo que me iba preocupando. A cambio, me dió a mis dos hermanos más pequeños, Ale (que acaba de estrenar los doce) y Javi, que es capaz de dejar en jaque con sus preguntas a cualquiera que se le ponga por delante. Ale me ha dicho hoy que quiere ser médico como su hermana mayor… El pobre, me ha entrado hasta agobio y sólo he podido decirle: ‘tú haz lo que tú quieras, que yo voy a estar contigo’.
Aún sigo llorando de vez en cuando, casi de por gusto, porque a las dos nos hace falta limpiarnos. ‘Si es que somos dos magdalenas’, me decía y yo, me imaginaba a una magdalena de esas gordas gordas, echando muchas lágrimas en forma de colacao y me entraba la risa.
Probablemente no, seguro que se me olvidan mil y una cosas, pero creo que hay ya motivos suficientes para felicitar (aunque tarde por unas horas) a mi madre sin apellidos, a mi tata. A la persona que siempre me ha entendido en todo, me ha hecho razonar hasta cuando mi cabezonería no me dejaba. La que sabe cuándo voy a contarle algo fácil, cuándo tiene que preguntar y cuándo es mejor dejarme un rato sola. La que me acompañó a una entrega de premios, fue mi madrina en mi confirmación y sé que ocupará muchos papeles importantes en mi vida. La que entendía que no me gustaran las muñecas, ni jugar a las casitas, que yo era más de bicis, de fútbol y taekwondo; la que celebró mi encuentro con la feminidad (como ella dice), cuando decidí que ya era hora de arreglarme y de ser un poquito (solo un poquito) más cursi.
Muchas felicidades, en nombre de Rafa, Ale, Javi, del osito de peluche de tu pulsera de pandora y mío.
Te quiero muchísimo

sábado, 4 de mayo de 2013

Reencuentros

Ayer tuve un 'flashback'. Por un momento me vi de nuevo en los escalones de los Pitufos, buscando los primeros rayos de sol de esa primavera tímida que, en la Sierra se hace un poco de rogar. '¿Pues no parece que las escaleras estas sean ya hasta cómodas?'. Aunque no escapáramos (muchas) horas, pasamos el suficiente tiempo allí como para hacerlas cómodas, como para hacerlas nuestras.
Pero claro, las etapas cambian y sin saber muy bien por qué, te ves lejos de aquellos que considerabas imprescindibles resolviendo ejercicios de matemáticas en llamadas a tres, con el miedo de que la compañía telefónica de turno nos pillara el truco y nos cobrara de más en la factura del mes siguiente. 
Es extraño como hay gente a la que llevas años sin ver y, sólo 10 minutos te hacen ver que nada ha cambiado, lo que echabas de menos un rato así y la falta que te hace contarle todo lo que tenéis atrasado. Porque no es que los que tengas en ese momento cerca no te sirvan, es que amigos de los de verdad hay pocos y no conviene dejarlos marchar por descuidos. Si es que ya lo dije...lo peor que hay para mantener una relación es un 'a ver cuándo nos vemos'...
Pero no me lamento, al contrario, me siento muy afortunada de saber que puedo contar con quiénes, aunque no se dejaran ver, siempre estuvieron ahí. De saber que, no es que tus amigos sean perfectos, sino que conoces lo suficientemente bien sus defectos como para entenderlos y no tenerlos en cuenta.
Al final, es curioso como, las cuatro hemos terminado haciendo lo que de verdad queremos. Como hemos vuelto a pasar un rato juntas y ver que, aunque hayamos cambiado más o menos el pelo (dato, al parecer, importante para algunas ;) ), la ropa, los gramos, etc. Seguimos siendo las mismas, con nuestros sueños, nuestras aspiraciones. Sólo con unas pocas más de historias detrás y las mismas ganas de seguir adelante.