Señores…
Queridos compañeros y amigos todos:
‘Hay hombres que
luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay
quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida y esos, esos son los imprescindibles’.
Esta frase de Bertolt Brecht fue la que eligió mi tío
para firmar el Sobotta que me regaló al entrar en la carrera. En ese momento,
no pude entender realmente qué quería decir con ella. Sin embargo, hoy, seguro
que ninguno de los que estáis aquí me negará que, por lo menos, muy buenos
somos seguro.
Como ha dicho la señora Vicerrectora, durante este
curso he tenido la suerte de ser delegada de facultad. Sí, digo bien, suerte,
porque a pesar de todos los agobios, las batallas perdidas, las horas y horas
de trabajo, he contado con un granequipo, que ya es grupo de amigos. Han estado siempre al pie del cañón y me
voy con mucho ganado y con muchas satisfacciones y buenos momentos a su lado. Gracias a todos.
Es un orgullo y un honor para mí despediros hoy.
Bueno, realmente, despedirnos hoy de nuestra Facultad. Pero también es una gran
responsabilidad… hombre, se trata de la última promoción de Licenciados en
Medicina. Esa promoción que iba avanzando haciendo de ‘curso escoba’ y...oye,
aprueba que se acaba la docencia…, no te olvides de la libre configuración,
tienes ahí fuera miles de charlas y cursos interesantísimos que no te puedes
perder; oye, las prácticas, que esta asignatura desaparece y...oye, cuidado con
el acuerdo Erasmus que tal otra no la convalidan y el año que viene no te
puedes matricular… Ni un poquito de presión, oye, y...aquí estamos, por fin llegamos.
Es momento de hacer balance, de pararnos un poco. De
echar la vista atrás hasta esos niños recién convertidos en adultos que se
sentaron en ese mismo Aula hace 6 años. Que llegaron con sus batas recién
estrenadas, limpias y planchadas para las prácticas de Anatomía. Esas batas que
cada uno de nosotros guarda ahora llena de arrugas, de formol, de
hematoxilina-eosina. Llena, por qué no, de alguna que otra cerveza, botellona y
fiesta con los amigos. Llena de historias clínicas, de fotos de postureo. De propaganda de laboratorios que te dio ese representante
con cara de circunstancias mientras pensaba: ‘mierda, este aún no me va a
dar dinero, podría haberlo aprovechado con otro’. Llena de paseos buscando a
ese tutor de prácticas que tenía ganas de jugar al escondite esa mañana (nada
que ver con que no tuviera muchas ganas de cargar contigo). Llena de lecturas
de powerpoints, digo, de clases y seminarios teórico...’prácticos’.
Llena de agobios corriendo de clase a prácticas, de
prácticas a clases, de clase a la biblioteca, de biblioteca a casa,
en casa
bueno, vamos a dormir un ratillo que mañana hay que empezar de nuevo.
Pero, sobre todo, llena de recuerdos. Llenas de horas
de estudio, de estuches y estuches de subrayadores gastados, de esquemas, de
fotos por whatsapp, de mensajes de ánimo la noche antes del examen. Llena de
anamnesis, de casos clínicos, de nuestros primeros intentos de diagnósticos, de
pacientes, de aquellos que, sin quererlo, nos han ayudado a crecer personal y
profesionalmente, año a año. Hasta llegar a días como hoy, cuando cogemos la
bata llena de vida, llena de nuestra vida. Esa bata ya con fonendo en el
bolsillo que aún cuando ausculta deja entrever la duda de, ¿tendré que oír algo
que se me está escapando? ¿Será esto un soplo?
Esa bata que sigue esperando llenarse, de momentos
estudiando el MIR, de conseguir la ansiada plaza y disfrutar de la residencia
exprimiéndola al máximo. Esperando llenarse de muchos, muchos años de esta
profesión que se estudia como una ciencia, pero se ejerce como un arte.
Llenad la bata de todo lo que podáis, de vuestra
familia, de vuestros amigos, pero nunca, bajo ningún concepto le quitéis el
hueco a la ilusión, dejad que siempre sea ella la que os la abroche y os de
fuerzas para levantaros cada mañana, por muy oscuras que parezcan las cosas.
La semana pasada, un gran amigo, me descubrió una enfermedad que
desconocía. Seguro que para muchos de vosotros también es nueva y como somos
uno de los principales grupos de riesgo de padecerla y, ya hay alguno que
pudiera presentar sintomatología, creo que debo advertiros. Se denomina
broncemia, como su nombre indica, consiste en un depósito progresivo de bronce
en sangre. Según el doctor Dr.Francisco Occhiuzzi Los médicos que la padecen
sufren de importantitis y esperan que algún día, su estatua de bronce presida
el patio de algún hospital. Los síntomas son tres: diarrea mental, hipoacusia
interlocutoria y el reflejo céfalocaudal. El broncémico habla sin escuchar nada
y ergido por el reflejo que os comentaba. Para no contagiarnos de broncemia
tenemos que intentar tener siempre presente el deseo de ayudar, de ayudarnos
entre nosotros y a los demás, a nuestros pacientes. El espíritu, la actitud de
servicio y humildad es la única profilaxis para la broncemia. Tened cuidado, como
ya he dicho, podemos estar contagiados ya y cuando nos demos cuenta puede ser
muy tarde.
Hace unos meses pasé la que sin duda fue la peor noche
de mi vida. En un pasillo del Virgen del Rocío esperaba a que una de las
puertas que tantas veces había cruzado para entrar o salir de prácticas, se
abriera y nos diera algo de información. Ay,
Información, qué valiosa puede llegar a ser en ciertos momentos y qué
poca importancia podemos llegar a darle. Ninguna, incluso somos capaces de
olvidarnos de ella a veces, podemos olvidarnos cuanta gente puede
estar pendiente
de ella, esperándola y que, aunque no sean nuestros pacientes
directos, puede servir para aliviar su sufrimiento.
En esa noche, en ese momento pensé en hoy, en
vosotros, en mis compañeros, en que ojalá fuera uno de vosotros quien me
contara qué había pasado. Dejadme que os confiese una cosa, qué miedo se pasa
desde el otro lado de la puerta. Qué miedo se pasa cuando todos los que quieres
esperan que todo salga bien y mientras, tú, no puedes dejar de valorar todos
los porcentajes que hay para que algo salga mal.
Dentro de poco os tocará a vosotros decir qué tal ha
ido la operación, cuál ha sido el resultado de la prueba, seréis vosotros los
que tendréis la información los que responderéis a la pregunta: ¿cómo va
la cosa?, con todo lo que la respuesta
pueda implicar.
Olvida entonces todo lo que has aprendido, olvida las
palabras de más de 5 sílabas, las siglas, los tecnicismos que tan acostumbrados
estamos ya a usar. Piensa que hablas con tu padre, tu madre, vecino, o amigo
que no es médico, que no tiene ni idea de porcentajes, de complicaciones, de
agudos ni crónicos… Él sólo sabe que quiere con todas sus fuerzas a quien hace
unos minutos tenías tú en la mesa de quirófano o estabas repasando su informe en
el ordenador.
Por eso, ve más allá de los resultados, de lo
biológico, de lo celular, porque siendo capaz de llegar al todo, a la persona
es como serás capaz de valorar verdaderamente tu profesión, la Medicina,
nuestra forma de vida.
No olvides que no existen enfermedades, sino enfermos,
comprendiendo esto, serás el compañero de lucha de tu paciente, no un simple
firmador de recetas o informes.
Sería muy injusto no recordar a aquellos que nos han ido enseñando curso a curso. A los profesores, que han intentado trasmitirnos su pasión por la
Ciencia, por la Medicina. Todos tenemos en la memoria cientos, miles de
anécdotas de todos. Todos sabemos quienes han sido los que nos han ido dando
los conocimientos necesarios para ir avanzando paso a paso, hasta llegar a la
meta. Gracias a los que se han preocupado por enseñarnos y no por aprobarnos,
por darnos las herramientas, el razonamiento y no los datos para llenar la
memoria de cosas vacías. Ojalá os sintáis orgullosos de nosotros solamente la
mitad de lo que nosotros nos sentimos orgullosos de haber aprendido a vuestro
lado.
Como ya hemos ido aprendiendo año a año, nuestra
profesión es una profesión de extremos, de contrastes, donde vemos lo mejor y
lo peor de las personas, a veces incluso de los propios compañeros. No te
asustes ante el dolor, no temas a la muerte, pues no es un fracaso, sino la
evolución natural de las especies. Tu misión no es intentar que no se produzca,
sino que sea en su momento y lo más llevadera posible y, si se da el
caso, que ayude a que sea vida para otros con un trasplante. Te quiero,
donante, gracias por mi vida.
Disfruta cuidando, aliviando, curando… No olvides que
la risa, la alegría, es la mayor inyección de fuerza que existe, el mejor
principio activo del que disponemos y no tiene efectos secundarios. Tampoco que, muchas veces, la mayor necesidad que
tenemos es la de ser escuchados y sentirnos entendidos por nuestros semejantes.
Aprende de tus errores y no tengas miedo a
equivocarte. Lucha día a día por mejorar, por seguir aprendiendo. No caigas en
la comodidad y en el inmovilismo, todo se puede cambiar y nosotros somos los
que tenemos la oportunidad de hacerlo.
Al igual que ha ocurrido durante estos 6 largos años, tendrás momentos muy
buenos y otros que no lo serán tanto. No desfallezcas, apóyate en tu familia,
en tus amigos, como hasta ahora, siempre estarán a tu lado y aunque no lo
creas, sabrán entenderte y animarte. Comparte con ellos también tus
satisfacciones y tus logros y guárdalos para cuando la desilusión aceche, salir corriendo y que no te atrape.
Recuerda compañero, nunca estarás solo, porque tú
también has escrito, tú también has hecho historia en todas nuestras batas.
Gracias y
enhorabuena a todos.
Asumpta
Ruiz Aranda
Delegada
de Facultad de Medicina Sevilla
Sevilla,
26 de mayo de 2014
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