jueves, 13 de septiembre de 2018

Alexis

Alexis estaba frente al espejo, maquillándose. Máscara de pestañas, coloretes y, por último, pintalabios. Hoy era un día especial, la decisión estaba clara, el rojo intenso. El caro. Su favorito. Esta noche era especial.
- Se va a enterar el capullo ese- me dijo.
- Vestido rojo ceñido. Se mira al espejo y se coloca bien el relleno del sujetador.
- Niña, a ver si consigo ponerme ya las tetas. Los rellenos estos no valen pa’ na.
- No se nota, Alexis.
- No se nota mientras lo lleve puesto, que estás tonta- Se enciende un cigarro y sigue hablando- ¿Qué se cree? ¿Qué se va a poder reír de mí? Este no tiene ni idea de lo que ha hecho.
Me reí, tenía toda la razón, Alexis era capaz de eso y de mucho más. Siempre cumplía lo que decía. No dejaba indiferente a nadie.  Melena caoba hasta la mitad de la espalda, rizada. Taconazos a juego con el vestido y sus labios.  Llegamos al bar de siempre, donde comenzaban todas nuestras noches. Dos copas después de ver entrar al susodicho, Alexis ya era la reina de la fiesta. Siempre lo conseguía, tenía un magnetismo especial. Su metro ochenta y cinco, su piel morena y ritmo caló que la hacía convertirse en la reina de la pista.
Aquella noche, no sólo se cobró su particular venganza, conoció también a Manuel, su primer novio. Eso me contaba al día siguiente, en los cultos. Venía por acompañar a sus hermanas y por la música. Pero no tenía ningún reparo en declararse atea. Otra tragedia más para su familia, que todas las semanas la convencía para que los acompañara.
Manuel le prometió amor eterno, le compraba regalos, la llevaba a cenar… También le enseñó un mundo nuevo que no conocía, fiestas eternas y otro caballo que no tenía nada que ver con los que montaba su padre. Alexis se metió tanto en ese mundo, que dejé de verla unos años.
Un día me la encontré, había perdido mucho peso, habían pasado 5 años, pero ella había envejecido 10.
- Mira mis tetas- Fue su saludo inicial.
- Por fin, ¿regalo de Manuel?
- ¿Manuel? Ese se ha prometido con la hija de la Juani, estaba con las dos a la vez.
Hablamos durante horas, saltaba de una conversación a otra, sin terminar de contar nada. Fumaba sin parar, un cigarro tras otro, parecía que fuera lo único que la mantenía en aquella habitación y no divagaba junto con su pensamiento. Saqué en claro que, durante esos años, había alternado parejas y adicciones a partes iguales. Tanto unas como otras, cambiaban, pero no llegaban a irse del todo.
Alexis, condenada a ser la otra, seguía soñando con ser la señora de su casa, vivir feliz con su príncipe e incluso comer perdices. Pero nada terminaba de salirle bien, no había encontrado al hombre que la aceptara como era. Gitana, en un cuerpo que disfrutaba tanto como la atormentaba. No podía terminar de gustarse y aceptarse, cuando le asignaron un género que no era el suyo.
Se encerró en sí misma. Cayó en una depresión que tenía algunos periodos de luz, no le dejaba terminar de levantar cabeza. Sólo contaba con sus hermanas y con alguna de sus amigas de toda la vida. Pasaba el tiempo y seguía acumulando historias, que la dejaban a la deriva, abandonada, despreocupada de todo, olvidando hasta de cuidarse a sí misma.
- Alexis, ¿y esa barba? ¿Ya no te tomas las hormonas? - Cumplía 40 años y era la primera vez que le vi desarreglada para una fiesta de su cumpleaños.
- El riñón. Dice el médico que no me las puedo seguir tomando, me hacen daño, tendré que empezar a afeitarme- Sonreía mientras hablaba, pero el gesto no lograba ocultar del todo la decepción que acompañaba a sus palabras.
Tuvo cerca su sueño de ser mujer, pero parecía que lo que ella se esforzaba en conseguir, la vida y las decisiones que tomaba la llevaban inevitablemente a hacer añicos su anelo.

MEGAFONÍA: *Juan Luis Salazar, acuda a consulta*
Al entrar la médica de guardia le pregunta:
- ¿Cómo te llamas?
- Juan Luis Salazar, doctora.
- No, el nombre del DNI no, cómo te gusta que te llamen
- Alexis- dijo.
Treinta años después, volvió a verse delante del espejo, con su vestido y sus labios rojos y pensó: ‘Se va enterar el capullo ese’

jueves, 2 de junio de 2016

Cascarón


Vivimos, crecemos rodeados de cosas maravillosas que no somos capaces de apreciar, hasta que vemos que no todo el mundo las tiene... Ni aún así, muchas veces somos incapaces de sentirnos afortunados. Viviendo en esa extraña obsesión de ver lo que tiene el otro y no yo (un poco paradójico, pues el otro debería sentirse afortunado...). No soy amiga del egocentrismo, pero no está mal, de vez en cuando, mirar a tu alrededor pero hacia dentro. Intentando disfrutar de los pequeños regalos, de los pequeños placeres que nos da la vida.
Mi padre me ha prometido que, si logran nacer, me mandará foto de los pollitos... Ojalá todos tengamos la fuerza y el coraje para romper el cascarón. Para salir de la zona de confort y ver, con menor aumento nuestra vida. Con la suficiente perspectiva como para sentirnos afortunados por las maravillosas cosas que rodeaban y rodean nuestro nido.

martes, 27 de mayo de 2014

DESPEDIDA PROMOCIÓN 08- 14



Señores…
Queridos compañeros y amigos todos:

Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida y esos, esos son los imprescindibles’.
Esta frase de Bertolt Brecht fue la que eligió mi tío para firmar el Sobotta que me regaló al entrar en la carrera. En ese momento, no pude entender realmente qué quería decir con ella. Sin embargo, hoy, seguro que ninguno de los que estáis aquí me negará que, por lo menos, muy buenos somos seguro.

Como ha dicho la señora Vicerrectora, durante este curso he tenido la suerte de ser delegada de facultad. Sí, digo bien, suerte, porque a pesar de todos los agobios, las batallas perdidas, las horas y horas de trabajo, he contado con un granequipo, que ya es grupo de amigos. Han estado siempre al pie del cañón y me voy con mucho ganado y con muchas satisfacciones y buenos momentos a su lado. Gracias a todos.

Es un orgullo y un honor para mí despediros hoy. Bueno, realmente, despedirnos hoy de nuestra Facultad. Pero también es una gran responsabilidad… hombre, se trata de la última promoción de Licenciados en Medicina. Esa promoción que iba avanzando haciendo de ‘curso escoba’ y...oye, aprueba que se acaba la docencia…, no te olvides de la libre configuración, tienes ahí fuera miles de charlas y cursos interesantísimos que no te puedes perder; oye, las prácticas, que esta asignatura desaparece y...oye, cuidado con el acuerdo Erasmus que tal otra no la convalidan y el año que viene no te puedes matricular… Ni un poquito de presión, oye, y...aquí estamos, por fin llegamos.

Es momento de hacer balance, de pararnos un poco. De echar la vista atrás hasta esos niños recién convertidos en adultos que se sentaron en ese mismo Aula hace 6 años. Que llegaron con sus batas recién estrenadas, limpias y planchadas para las prácticas de Anatomía. Esas batas que cada uno de nosotros guarda ahora llena de arrugas, de formol, de hematoxilina-eosina. Llena, por qué no, de alguna que otra cerveza, botellona y fiesta con los amigos. Llena de historias clínicas, de fotos de postureo. De propaganda de laboratorios que te dio ese representante con cara de circunstancias mientras pensaba: ‘mierda, este aún no me va a dar dinero, podría haberlo aprovechado con otro’. Llena de paseos buscando a ese tutor de prácticas que tenía ganas de jugar al escondite esa mañana (nada que ver con que no tuviera muchas ganas de cargar contigo). Llena de lecturas de powerpoints, digo, de clases y seminarios teórico...’prácticos’.
Llena de agobios corriendo de clase a prácticas, de prácticas a clases, de clase a la biblioteca, de biblioteca a casa, en casa bueno, vamos a dormir un ratillo que mañana hay que empezar de nuevo.
Pero, sobre todo, llena de recuerdos. Llenas de horas de estudio, de estuches y estuches de subrayadores gastados, de esquemas, de fotos por whatsapp, de mensajes de ánimo la noche antes del examen. Llena de anamnesis, de casos clínicos, de nuestros primeros intentos de diagnósticos, de pacientes, de aquellos que, sin quererlo, nos han ayudado a crecer personal y profesionalmente, año a año. Hasta llegar a días como hoy, cuando cogemos la bata llena de vida, llena de nuestra vida. Esa bata ya con fonendo en el bolsillo que aún cuando ausculta deja entrever la duda de, ¿tendré que oír algo que se me está escapando? ¿Será esto un soplo?
Esa bata que sigue esperando llenarse, de momentos estudiando el MIR, de conseguir la ansiada plaza y disfrutar de la residencia exprimiéndola al máximo. Esperando llenarse de muchos, muchos años de esta profesión que se estudia como una ciencia, pero se ejerce como un arte.
Llenad la bata de todo lo que podáis, de vuestra familia, de vuestros amigos, pero nunca, bajo ningún concepto le quitéis el hueco a la ilusión, dejad que siempre sea ella la que os la abroche y os de fuerzas para levantaros cada mañana, por muy oscuras que parezcan las cosas.

La semana pasada, un gran amigo, me descubrió una enfermedad que desconocía. Seguro que para muchos de vosotros también es nueva y como somos uno de los principales grupos de riesgo de padecerla y, ya hay alguno que pudiera presentar sintomatología, creo que debo advertiros. Se denomina broncemia, como su nombre indica, consiste en un depósito progresivo de bronce en sangre. Según el doctor Dr.Francisco Occhiuzzi Los médicos que la padecen sufren de importantitis y esperan que algún día, su estatua de bronce presida el patio de algún hospital. Los síntomas son tres: diarrea mental, hipoacusia interlocutoria y el reflejo céfalocaudal. El broncémico habla sin escuchar nada y ergido por el reflejo que os comentaba. Para no contagiarnos de broncemia tenemos que intentar tener siempre presente el deseo de ayudar, de ayudarnos entre nosotros y a los demás, a nuestros pacientes. El espíritu, la actitud de servicio y humildad es la única profilaxis para la broncemia. Tened cuidado, como ya he dicho, podemos estar contagiados ya y cuando nos demos cuenta puede ser muy tarde.

Hace unos meses pasé la que sin duda fue la peor noche de mi vida. En un pasillo del Virgen del Rocío esperaba a que una de las puertas que tantas veces había cruzado para entrar o salir de prácticas, se abriera y nos diera algo de información. Ay,  Información, qué valiosa puede llegar a ser en ciertos momentos y qué poca importancia podemos llegar a darle. Ninguna, incluso somos capaces de olvidarnos de ella a veces, podemos olvidarnos cuanta gente puede estar pendiente de ella, esperándola y que, aunque no sean nuestros pacientes directos, puede servir para aliviar su sufrimiento.
En esa noche, en ese momento pensé en hoy, en vosotros, en mis compañeros, en que ojalá fuera uno de vosotros quien me contara qué había pasado. Dejadme que os confiese una cosa, qué miedo se pasa desde el otro lado de la puerta. Qué miedo se pasa cuando todos los que quieres esperan que todo salga bien y mientras, tú, no puedes dejar de valorar todos los porcentajes que hay para que algo salga mal.
Dentro de poco os tocará a vosotros decir qué tal ha ido la operación, cuál ha sido el resultado de la prueba, seréis vosotros los que tendréis la información los que responderéis  a la pregunta: ¿cómo va la cosa?, con  todo lo que la respuesta pueda implicar.
Olvida entonces todo lo que has aprendido, olvida las palabras de más de 5 sílabas, las siglas, los tecnicismos que tan acostumbrados estamos ya a usar. Piensa que hablas con tu padre, tu madre, vecino, o amigo que no es médico, que no tiene ni idea de porcentajes, de complicaciones, de agudos ni crónicos… Él sólo sabe que quiere con todas sus fuerzas a quien hace unos minutos tenías tú en la mesa de quirófano o estabas repasando su informe en el ordenador.
Por eso, ve más allá de los resultados, de lo biológico, de lo celular, porque siendo capaz de llegar al todo, a la persona es como serás capaz de valorar verdaderamente tu profesión, la Medicina, nuestra forma de vida.
No olvides que no existen enfermedades, sino enfermos, comprendiendo esto, serás el compañero de lucha de tu paciente, no un simple firmador de recetas o informes.

Sería muy injusto no recordar a aquellos que nos han ido enseñando curso a curso. A los profesores, que han intentado trasmitirnos su pasión por la Ciencia, por la Medicina. Todos tenemos en la memoria cientos, miles de anécdotas de todos. Todos sabemos quienes han sido los que nos han ido dando los conocimientos necesarios para ir avanzando paso a paso, hasta llegar a la meta. Gracias a los que se han preocupado por enseñarnos y no por aprobarnos, por darnos las herramientas, el razonamiento y no los datos para llenar la memoria de cosas vacías. Ojalá os sintáis orgullosos de nosotros solamente la mitad de lo que nosotros nos sentimos orgullosos de haber aprendido a vuestro lado.

Como ya hemos ido aprendiendo año a año, nuestra profesión es una profesión de extremos, de contrastes, donde vemos lo mejor y lo peor de las personas, a veces incluso de los propios compañeros. No te asustes ante el dolor, no temas a la muerte, pues no es un fracaso, sino la evolución natural de las especies. Tu misión no es intentar que no se produzca, sino que sea en su momento y lo más llevadera posible y, si se da el caso, que ayude a que sea vida para otros con un trasplante. Te quiero, donante, gracias por mi vida.
Disfruta cuidando, aliviando, curando… No olvides que la risa, la alegría, es la mayor inyección de fuerza que existe, el mejor principio activo del que disponemos y no tiene efectos secundarios. Tampoco que, muchas veces, la mayor necesidad que tenemos es la de ser escuchados y sentirnos entendidos por nuestros semejantes.
Aprende de tus errores y no tengas miedo a equivocarte. Lucha día a día por mejorar, por seguir aprendiendo. No caigas en la comodidad y en el inmovilismo, todo se puede cambiar y nosotros somos los que tenemos la oportunidad de hacerlo.
Al igual que ha ocurrido durante estos 6 largos años, tendrás momentos muy buenos y otros que no lo serán tanto. No desfallezcas, apóyate en tu familia, en tus amigos, como hasta ahora, siempre estarán a tu lado y aunque no lo creas, sabrán entenderte y animarte. Comparte con ellos también tus satisfacciones y tus logros y guárdalos para cuando la desilusión aceche, salir corriendo y que no te atrape.

Recuerda compañero, nunca estarás solo, porque tú también has escrito, tú también has hecho historia en todas nuestras batas.
Gracias y enhorabuena a todos.
             


                                           Asumpta Ruiz Aranda
                                           Delegada de Facultad de Medicina Sevilla

                                           Sevilla, 26 de mayo de 2014

lunes, 16 de diciembre de 2013

Choque con la realidad

31 años. Guapa, tampoco es que fuera una modelo, vale, pero, guapa. Con una sonrisa de esas que iluminan cualquier habitación. Quizás no sea para tanto, pero os puedo prometer que iluminó el sillón ese azul verdoso en el que estaba sentada, iluminó a su hermano, a todos los que estábamos en la habitación y, por qué no, a toda la planta.  Realmente no sé cómo era ella antes, no sé hasta qué punto había cambiado. Sólo sé, que detrás de sus ojos, se escondía una niña de 5 años, su misma expresión, su misma inocencia. Esa risa tonta que tienen los pequeños cuando se ponen nervioso y sólo buscan llamar la atención y caer bien...
Así es la vida. Llena de cosas que nunca pasan, de esas que sólo vemos en las noticias. Llena de, nos tomamos la última y te acerco. De, no pasa nada, si yo controlo, yo estoy bien... Llena de sirenas, de ambulancias, de urgencias, llenas de familias y vidas rotas... y ella, la vida, sólo necesita un segundo. Ni siquiera 60 de ellos, ni siquiera un minuto, solo 1 segundo, 1 instante para ponerlo todo patas arriba.

Es que hoy, he tenido eso que yo llamo 'choque con la realidad', que mi padre, cuando se lo he contado ha dicho 'vaya día de esos de pellizco'. Él es así. Es un experto, un doctorado en segundos determinantes.
Me niego a dejarle a esa vida actuar a su antojo, sin hacer nada. Aunque sí,  siempre lo consiga, pero me niego a vivir en letargo, esperando a que pasen determinadas cosas, esperando a tener según qué cosas para hacer según qué otras.
Me niego a seguir viendo pasar instantes y perder oportunidades.
Me niego a que pasen segundos, instantes, oportunidades para ser feliz.
Me niego a que pase ni un sólo día sin decirle a los que quiero que los quiero, o para demostrárselo.
Me niego a que pase el tiempo, a que pasen las oportunidades sin luchar por lo que creo, por lo que quiero.
Si hay algo que me han enseñado los choques con la realidad, los segundos determinantes es que hay que buscar cualquier excusa, cualquiera vale, cuanto más pequeña, simple o normal, mejor, pero búscala y déjala en la montaña del ser feliz.
¿Y tú? ¿Cuántas veces necesitas que la vida te golpee para comenzar a vivir?